Por Katha Eitner
Daniela Zambrano Almidón, es artista e investigadora nacida en Perú, y actualmente reside en Berlín. Nos encontramos por primera vez cursando el Máster Arte en Contexto en la Universidad de las Artes en Berlín (UdK). Fue allí donde pude conocer su trabajo en torno a la papa y su historia colonial. Para esta entrevista, me encontré con Daniela en la exposición Municipal Kitchens, donde estuvo exhibiendo su obra durante julio y agosto en el NGBK de Berlín. Tuve la suerte de recorrer la muestra con ella y cerrar esta conversación con un almuerzo comunitario.
Por otro lado, a Fida Ghnaim –escritora y librera palestina que vive en Estados Unidos– la conocí por distintas personas que fueron formando una red de conexiones. La primera de ellas fue la artista portuguesa Marta Leite, quien me contactó con la editora libanesa Leila Boukarim, que a su vez me dijo: “tienes que conocer la visión de una palestina, así que habla con Fida, con quién estamos creando un libro actualmente”. Eso hice. La contacté por Zoom y tuvimos la oportunidad de conversar a más de 7.000 km de distancia.
Con ambas, Daniela y Fida, buscamos reflexionar sobre las papas y las sandías como portadoras de memorias. En esta entrada puedes encontrar la conversación con Daniela, mientras que acá puedes leer la entrevista a Fida. De papas y sandías.
La historia colonial de la papa, conversaciones con Daniela Zambrano Almidón
Katha (K): Empecemos el recorrido por la exposición…
Daniela (D): Claro, mira, acá tenemos a Cocina CoLaboratorio, un colectivo mexicano que trabaja en torno a la milpa y a la importancia de mantener vivas las prácticas agrícolas ancestrales en un país como México que tiene a Monsanto. Lo interesante de su trabajo es cómo conecta a agricultores, académicos, cocineros y creativos para reflexionar en torno a la alimentación y la autonomía alimentaria.
K: Y este otro trabajo, ¿de quién es?
D: Este es de la artista indonesia Elia Nurvista. Ella trabaja con la historia de la palma aceitera, un tema que se conecta mucho con lo que yo hago sobre la historia colonial de la papa. Es similar, ¿no? Un alimento nativo que, de pronto, es explotado por los colonizadores, cambiando completamente la relación de la comunidad con ese recurso. Elia usa una técnica de estampado tradicional de Indonesia para contar esa historia de la palma. Y, claro, tanto en Asia como en Sudamérica, la palma es un tema crítico. Piensa en el Amazonas, donde se tala para plantar palma, dejando la tierra seca y muerta.
Elia Nurvista también es parte de un colectivo llamado Bakudapan, que es un grupo de estudio formado por personas de diversas disciplinas. En él participa Gatari Surya Kusuma, una artista también de Indonesia, de la isla de Java. Gatari creó uno de los videos que se exhibe en la exposición, un video sobre la yuca. Este colectivo trabaja también con la yuca, un cultivo que no daña la tierra, a diferencia del arroz, que es un monocultivo en Asia. Ellos procesan la yuca y crean subproductos para ayudar a las comunidades, generando recetas y comidas con productos locales. Me encanta el trabajo de Bakudapan; desarrollan muy bien su labor como artistas, con una estética preciosa que está expuesta aquí, pero también con una dimensión política importante, trabajando directamente con las comunidades.
K: ¿Y esta obra?
D: Este otro trabajo de Myvillages trata sobre una red de jardines comunitarios en Alemania. En muchos lugares de este país, se debe plantar en estructuras de madera o huertos elevados porque, después de la guerra, los suelos quedaron contaminados por décadas. Me enteré de esto cuando en la UdK quise presentar un proyecto para sembrar papas en el jardín y me dijeron que no se podía, ya que hay muchos lugares que siguen contaminados, lo que hace perjudicial para la salud plantar directamente en el suelo. Siempre se deben hacer estudios para saber si la tierra está limpia o no. Esta ciudad no puede deshacerse de la guerra. Los efectos de la guerra, tanto en las personas como en la tierra, son daños irreversibles.
Y aquí tenemos el trabajo de Åsa Sonjasdotter, que es de Suecia, aunque ella se identifica como escandinava. Trabaja con agricultores y métodos que se oponen al monocultivo. De hecho, investiga cómo el monocultivo tiene una historia vinculada al fascismo.
Ha sido muy lindo ver todas estas obras reunidas en la exposición, esta red de diversas geografías que luchan por la defensa de la tierra y exploran la autonomía alimentaria.
K: Y acá llegamos a tu obra. ¿Me cuentas de ella?
D: Bueno, mi trabajo es sobre la papa y cómo nos permite hablar de la violencia colonial. La papa fue extraída en un contexto de dolor, opresión y trauma, y luego fue insertada aquí (en Europa). Al principio con recelo, pero después muy aceptada. Hay una apropiación de esa identidad y conocimiento. Muchos alemanes creen que la papa es originaria de acá. Mi trabajo se basa en contar una historia que aclara de dónde viene la papa y cómo esta conecta diferentes tiempos, el pasado con el presente. También muestra cómo la papa de monocultivo regresa a nuestros territorios como una forma de neocolonialismo, compitiendo con las variedades ancestrales.
Entre 2016 y 2018 hubo grandes conflictos en los Andes peruanos porque Perú estaba pagando aranceles altísimos e importando papas de Bélgica, Suecia, Holanda y Estados Unidos. ¡No tiene sentido! Y lo peor es que esas papas venían en forma de papas fritas. Son papas de monocultivo, cultivadas con pesticidas, erosionando la tierra, y producen tanto que no saben qué hacer con ellas, así que las mandan de vuelta al tercer mundo, y así regresaron las papas colonizadas a Perú. Durante las protestas de los agricultores peruanos, hubo gente que murió porque la policía estaba protegiendo intereses de personas que ni siquiera viven en nuestros territorios.
Entonces, me parece súper relevante hablar de esto en este contexto. Primero, aclarar de dónde viene la papa, visibilizando que nunca se reconoció a las comunidades indígenas que hicieron posible su domesticación. Eso de decir que la papa es parte de la identidad alemana, la deutsche kartoffel 1… ¿perdón? Parece muy fácil apropiarse de conocimientos y alimentos que vienen de resistencias y de comunidades indígenas. Lo de Perú es un claro ejemplo: me llevo lo mejor de ti, no te lo reconozco, y encima te lo vendo caro y procesado.
Por eso hice este trabajo. Incluye pintura que empieza con imágenes de Guamán Poma de Ayala, uno de los pocos cronistas indígenas que existieron. Escribió una tesis dirigida al rey, donde denunciaba la perversión que traían los europeos, que iba a destruir culturas, y proponía una solución: hacer dos repúblicas, una de blancos y otra de indígenas. Pero esa crónica nunca llegó a España, o si llegó, no importó. Apareció en una biblioteca en Copenhague, Dinamarca, hace unos 100 años. Fue un alemán quien la encontró. Mucha de la información sobre las culturas indígenas de esa época está ahí documentada, como idiomas que se han perdido, por ejemplo. Esta biblioteca danesa digitalizó la crónica, y de ahí tomé varias cosas para este trabajo.
En uno de los capítulos que narra, Guamán Poma de Ayala hace un calendario agrícola que sigue siendo totalmente vigente hasta el día de hoy. Mis abuelos, por ejemplo, todavía usan ese mismo calendario. Habla de rituales con la chicha, el maíz, cosas que también he visto en la familia de donde vengo, en Apurímac, una zona andina. Y bueno, uno de sus relatos trata del encuentro de Pizarro con el Inca Atahualpa, y esto es muy interesante. Sea cierto o no, es muy poético, y lo integré en la historia que relato en mi obra.
En el contexto andino, cuando visitas una casa, te van a dar la mejor comida, la mejor presa, todo lo mejor que tienen. Es un código sobre cómo recibir al visitante o al extranjero, una forma diplomática para hacer nuevos lazos. Y la idea es que quien recibe todo esto debe comérselo, porque si lo rechazas, estás diciendo que no quieres establecer ningún vínculo, y no te van a volver a invitar. Es un código de reciprocidad. Entonces, cuando llegó Pizarro, los Incas pensaron que sería algo favorable, no lo vieron como un enemigo. De hecho, Atahualpa tenía mucho interés en ellos, mandaba a seguirlos. Y cuando llegaron, les ofrecieron las mejores comidas, pero los españoles no querían comer porque les parecía asquerosa la comida, “comida de indios no comemos”. Entonces el Inca les pregunta: “¿Qué comen ustedes?” Pizarro toma un plato, lo llena con pepitas de oro y le dice: “Esto es lo que comemos”. El Inca se asustó, pensó: “¿Qué clase de gente es esta? ¿Son personas?” Todos se quedaron aterrados al ver a alguien que “come oro”. Y ahí comenzó la codicia por el oro. Esta historia aparece en las crónicas, y quise pintarla en las telas que están expuestas acá y que también estuvieron en la bienal de Singapur.
K: Y le agregas la imagen de unas papas fritas también…
D: Sí, la idea es conectar toda esta historia antigua con el presente y la lucha por la papa hoy en día. Mira, estas papas pequeñitas que muestro acá también son originarias de América, se han mantenido aquí, pero no se pueden comercializar. Este tipo de papas ha sobrevivido gracias al trabajo de pequeños agricultores que conservan la semilla y la cultivan, pero no es algo que pueda venderse a gran escala porque, bueno, las leyes protegen a las grandes empresas y sus monocultivos.
Después está este otro video sobre la yuca en Indonesia, es el video de Gatari. Y es interesante porque la yuca también es originaria de América, igual que el camote y la papa. Todos estos alimentos vienen de Sudamérica, y al llegar a diferentes territorios, alimentan a la gente y la hacen sobrevivir. Son alimentos tan nobles que se convierten en la base de una dieta. Pero también pueden ser llevados a una perversión, como las papas fritas. O podemos pensar en otros alimentos que han llegado a ese extremo, como la palta, que seca todo. Los paltos dan paltas solo una vez al año, no todo el año, y no crecen en cualquier lugar. Entonces, este consumo mundial de palta durante todo el año está poniendo en crisis territorios como Chile. Es insostenible, no se respetan los ciclos de la tierra.
En Perú, la palta es carísima porque la mayor parte se exporta a Europa y Estados Unidos, y lo que queda en Perú es lo más caro. Lo mismo pasa con la quinua. En Bolivia, exportaron tanta quinua que se les acabó y tuvieron que importarla desde Perú. Y cuando eliminas un alimento que está arraigado a la tierra, eliminas cultura, recetas, tradiciones, e incluso ciertas vitaminas a las que los cuerpos estaban acostumbrados, formas de cocinar que son parte de la identidad.
K: Es interesante la historia de los alimentos y cómo viajan de un lado a otro. ¿Y este video que expones acá?
D: El video es sobre la pachamanca, una que hicimos en Perú y otra en Singapur, en el contexto de la Bienal de Singapur. La pachamanca es una tradición andina-amazónica, hecha con papas, yuca, camote, plátano, diferentes tipos de carnes, y muchas otras cosas deliciosas que se cocinan al calor de las piedras. Es una técnica ancestral, de mis antepasados, que tiene ocho mil años. La primera pachamanca que fue encontrada es del actual Huánuco y la hacían de llama, cuy, alpaca y papa. Es mi orgullo, me lo enseñó mi abuela. Y lo bonito de la pachamanca es que es un proceso, no es solo el plato de comida. Todo empieza con una fiesta. Se calientan las piedras, hay celebraciones para dar gracias a los cerros, se adornan las vacas con aretes, es toda una ceremonia. Toda la familia se reúne para esta celebración. Luego se cubren los alimentos con hojas de chirimoya o plátano. El video cuenta la historia de esta comida.
Hice esta pachamanca con mi familia allá en Perú, y luego otra acá junto a la comunidad del Abya Yala en Berlín, para la llegada de los zapatistas. Después la hice en Singapur, en un contexto totalmente diferente. Y el próximo mes iré a presentar este trabajo a la Bienal de Karachi en Pakistán.
Singapur ha pasado por muchos procesos de colonización y ahora está a la vanguardia en temas de tecnología. Mientras estaba allá, me preguntaba: ¿dónde están los indígenas de este lugar? Y claro, los desaparecieron. Singapur está compuesto por muchas migraciones, pero esa pregunta de dónde están los originarios me impactó mucho estando allí, darme cuenta de que no se ven.
K: ¿Y cómo fue hacer una pachamanca en Asia?
D: La papa no tiene mucho protagonismo en la comida de Asia, salvo en la comida rápida. Hay alguna que otra receta, pero no es una base alimentaria. La mayoría de las recetas son a base de arroz, fideos, verduras, etc. No necesitan la papa. De hecho, asocian la papa con el hombre colonial. En Singlish le llaman chiak kantang, que significa ‘el come papas’, refiriéndose a los colonizadores, a los blancos. Llegué a este contexto para contarles el origen de la papa y fue muy impactante. Hice la pachamanca en ese contexto, quería llevarles la experiencia… y fue tan lindo. La gente allá es muy hospitalaria, sencilla, preocupada por los demás. Me hizo recordar a los Andes. Les llevé papas de Perú y les dije: “Estas son papas de amor y resistencia, muy diferentes a otras marcadas por historias de dolor”. Y les encantó, porque cuando cocinas bajo la tierra, todo adquiere un sabor único. En el video les digo que el hombre blanco se llevó la papa y el oro de los Andes. Chiak kantang es el que tiene la cabeza colonizada, un alienado. Conectaron con esta historia colonial que compartimos. Tenemos varias cosas en común: colonizadores que llegaron en barcos y se llevaron lo que quisieron. Incluso estamos conectados por el océano Pacífico. Me quedé impactada con todas esas conexiones.
K: ¿Y pudiste conseguir los productos para hacer la pachamanca allá?
D: Sí, busqué productos locales, porque la pachamanca se hace con lo que brinda la tierra, con lo que tienes a tu alrededor. Una amiga nutricionista boliviana me dijo una vez: “La Pachamama es tan sabia que te da lo que necesitas en la tierra en la que estés”. Eso significa que no necesitas comer quinua en Alemania. Hay que averiguar cuáles son los productos propios de cada lugar: la col, la cebolla, la zanahoria, y muchos otros alimentos que se han ido perdiendo con el tiempo.
K: ¿Qué otras recetas has trabajado?
D: He trabajado mucho con la papa a la huancaína. En los workshop que he hecho, presenté la versión “carretillera” de esta receta, que es como llevar la ruralidad a la ciudad. Hice varias cremas: de rocoto, de ajo, de rocoto con limón, ensalada de rocoto, y otras más. Son diferentes formas de preparar y comer ají. Si te vas al centro de Lima y no tienes mucho dinero, a veces te encuentras con un plato sencillo como la papita con huevo. Y esa papita con huevo es la comida rural, lo que llevas cuando vas a trabajar en la chacra: papita con huevo, papitas con ají, choclo, habas cocidas… eso es lo típico y lo más sano. He trabajado este menú que ha migrado de la zona rural a la ciudad. A través de estos platos vamos contando todas estas historias.
Es bonito saber de dónde vienen los alimentos, conocer sus historias y orígenes, no comer sin saber. Los alimentos son como archivos. De hecho, las papas y las semillas también pueden pensarse como archivos… son archivos genéticos que están resistiendo. Algunas semillas son archivos dañados, modificados. Pero, en el fondo, todo esto cuenta una historia.
K: ¿Cómo partiste toda esta investigación sobre la papa?
D: La papa, el maíz, y todo lo relacionado con la alimentación ha estado presente en mi vida desde que era guagua. Mi familia viene de los Andes, y cada vez que podía, mi mamá me llevaba a su lugar de origen, donde aún viven mis abuelos. Ahí me conecté con la tierra, con la cocina, con ayudar en ese sistema alimenticio. Mis recuerdos de la papa vienen de Huánuco, de donde es la familia de mi papá, un lugar donde se produce muchísima papa. De ahí viene una especie que es la papa amarilla o la papa ambo, que es la mejor para hacer causa, la papa más rica del mundo. De niña, siempre andaba en el mercado viendo los costales de papas; la papa siempre estaba en mi imaginario, en mi día a día. En Huánuco los costales de papa eran muy baratos en esa época, y entre mi familia siempre nos mandábamos papas de un lugar a otro. Mi relación con la papa es emocional, biográfica; es la base de toda mi comida. La papa me atraviesa.
Pero como tema de investigación surgió en 2016, cuando aún vivía en Perú. Entrevisté a algunos comuneros de Apurímac que estaban en huelga de hambre porque se había instalado una minera. En esa entrevista, ellos me contaron que esta minera, entre otras cosas, les hacía perder sus cultivos de papa. Ahí comenzó a resonar en mí la relación entre la papa y el oro, la papa y el extractivismo. En esa misma época escuché a Máxima Acuña, una agricultora y defensora ambiental peruana, que en una entrevista dijo: “Esta tierra es para cultivar papa, no para una mina. La papa se come el oro, no”. A partir de ahí, empecé a conectar estos testimonios y luchas actuales con la historia antigua de Pizarro que te mencionaba antes.
En 2016 también estuve en Cusco y conocí a una familia de chincheros que estaban sembrando papas. Les ayudé a sembrar y conocí su historia sobre cómo resisten frente a los proyectos que quieren instalarse allí. De hecho, ellos buscan plantar lo más posible para que las empresas no puedan decir: “Esto está vacío”. Es una estrategia de resistencia a través de la siembra de la papa; la papa es un símbolo muy fuerte.
Una tía, hermana de mi madre, me contó que mi bisabuelo cultivaba una papa salvaje que era tan grande como una muñeca. De hecho, ellas jugaban con esa papa como si fuera una muñeca, parecía una guagua. Y justo estábamos en la búsqueda de esa papa, porque igual es una papa salvaje, entonces por ahí debe estar. Y estábamos en estas averiguaciones y al final, mi abuelita descubrió que una vecina estaba cultivando esa papa, que era la misma que el papá de esta vecina cultivaba. Así que fue una recuperación de esa memoria, de esa historia.
En Italia hay cultivos de uvas de vino que son patrimonio, es decir, no se puede poner una mina ni cualquier industria que afecte esos cultivos. Lo mismo podría hacerse en Perú… sería hermoso impulsar ese proyecto. La papa puede ser un medio para defender la tierra, la comunidad, las tradiciones, todo. Porque cuando viene una minera, destruye todo y no deja nada.
K: En ese sentido es interesante el trabajo que hacen los bancos de semillas preservando especies.
D: Sí, pero hay que tener ojo, porque depende del trabajo comunitario que hacen. Admiro mucho el trabajo de los colectivos que resguardan semillas, que las cultivan con comunidades, que rescatan semillas antiguas o investigan sobre elementos del pasado, como lo que te contaba de la papa de mi bisabuelo. Sin embargo, hay bancos que son super exclusivos, que guardan solo por si el mundo se acaba. Entonces parten de la base de que se va acabar el mundo. Pero ¿y si lo salvamos mejor?. Además, ¿a quiénes le están guardando todo eso? No a la gente. Sé que van a las comunidades para que entreguen sus conocimientos, pero no es para la gente… te agradecen por tu conocimiento y luego te cierran la puerta.
K: Me gusta mucho lo que se pregunta esta exposición: ¿cómo puede la comida convertirse en un bien común? ¿pasar de ser un asunto personal, unir a la gente e inspirar a la acción colectiva?
D: La comida, la alimentación, es nuestra necesidad más básica. Nos conecta con nuestra esencia más primitiva. Pero ahí viene el tema cultural, el ser humano tiene la capacidad de cocinar, tiene la capacidad de experimentar y crear. Lo hace para alimentarse pero también para reunir, para alimentar a otros, está cuidando a su tribu a través de alimento. La comida es tan maravillosa que permite reunir, cuidar, sobrevivir, tiene rituales, se come alrededor del fuego, de una mesa. La comida nos reúne y eso lo vemos en todas las culturas y los tiempos. Y algo bonito es como se cruza con el género, cómo las mujeres tenemos ese espacio para reunir ese conocimiento, esa sabiduría. La riqueza de todo esto: socializar, compartir, degustar, experimentar, contar. Esto me recuerda mucho a mi experiencia en la chacra, cuando era niña. A la hora de la cena, ya no había luz y te ibas a la cocina. El lugar de encuentro era la cocina, ahí estaba el fuego, salía la sopita, salían las historias y luego a dormir después de una jornada de trabajo. Creo que en todo eso hay una resistencia a estos tiempos de consumo e individualismo.
Algo que me resuena mucho es hablar de los problemas globales, no solo enfocarnos en un territorio. El problema de la tierra es global, es una tarea para todos. Porque se puede contribuir a que en Chile dejen de robar el agua dejando de comprar esas paltas que vienen envasadas en plástico.
¿Sabemos realmente de dónde vienen nuestros alimentos? Por ejemplo, los arándanos que se venden aquí y que dicen ser de comercio justo o fairtrade. Pero, en realidad, esos arándanos los compran a un latifundista que explota a los trabajadores. Tienen el sello, pero ¿realmente son comercio justo? Por eso es tan importante el involucramiento de los colectivos ciudadanos, difundir información y conocimiento. La posibilidad de conectar con otras luchas, comunidades y geografías, así como el intercambio y el aprendizaje entre comunidades, me parece alucinante. Por eso vamos a hacer este taller de yuca: yo desde la perspectiva de los Andes y mi amiga Gatari desde Indonesia.
K: ¿Cuál es la importancia de la perspectiva decolonial en las prácticas de memoria?
D: Con el término decolonial, tengo que aclarar muchas cosas. Es como una fórmula que se usa hoy, el capitalismo absorbe todo. Nunca quise hacer una obra decolonial; estoy trabajando en una obra de resistencia que proviene de una lucha más antigua y colectiva. Creo más en las prácticas interdisciplinarias, en la necesidad de deconstruir y conectar sabidurías, comunidades y geografías. Se trata más bien de deconstruir el conocimiento que nos han enseñado en la escuela y abogar por el saber que nos han transmitido nuestras abuelas y abuelos.
Si deseas volverte decolonial, regresa a tu matriz, a tu pueblo, a tu familia, a tus vecinos, a la gente a la que culturalmente se le considera «pobrecita» e «ignorante», en contraposición al académico o científico al que se le otorga toda la credibilidad. He descubierto que las personas más problemáticas suelen ser las más académicas.
Por lo tanto, las prácticas que estamos llevando a cabo son prácticas que, por ejemplo, se reflexionan a través de algo cotidiano como la comida. Más que decolonial, lo llamaría anticolonial, porque se trata de luchar contra el mercado, el capitalismo y la historia colonial. No se trata solo de re-pensarse; se está combatiendo al opresor. Hay un matiz importante aquí, así que tenemos que usar los términos con más precisión.
K: ¿Y cómo conectamos todo esto con los archivos?
D: La papa archivo (risas). La papa, en este caso, la podemos entender como un alimento pero también como una contenedora de historias antiguas. La papa contiene pasado, presente y futuro, en el sentido que se convierte en un símbolo de luchas presentes. Al final, la papa, como los archivos, nos permite conectarnos con otros tiempos y conversar.
1 El término Deutsche Kartoffel (literalmente «papa alemana» en español) se usa a veces de manera coloquial o incluso satírica para referirse a personas de origen alemán. La palabra Kartoffel ha sido adoptada en algunos contextos como un apodo para los alemanes, similar a como se usan términos como yankee para estadounidenses o brit para británicos. Sin embargo, dependiendo del tono y del contexto, Deutsche Kartoffel puede llevar una carga estereotípica o peyorativa.
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