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Un pedazo de cartón: la existencia del Teatro del Pueblo

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Reflexión sobre los documentos y fotografías del Teatro del Pueblo ('60-'70, Chile), como prueba de existencia de una experiencia de teatro político-militante.

Cuando encontré el Carnet de miembro del Teatro del Pueblo en la casa de Juan José Parada, nieto de María Maluenda y Roberto Parada, me quedé mirándolo mucho rato. Si lo pienso fríamente no parece gran cosa. Es un pedazo de cartón pequeño, de 9 centímetros de alto y 13 de largo. Dentro de él está escrito, con puño y letra de Roberto Parada, su nombre, actividad, número de miembro y la fecha de inscripción. Posteriormente, se presenta un texto en el que se hace la promesa de permanecer fiel a los principios del Teatro del Pueblo. Al reverso, una pequeña definición: «El Teatro del Pueblo es un movimiento teatral que se pone al servicio de los trabajadores de Chile, compartiendo las esperanzas e inquietudes de nuestro pueblo por obtener una vida mejor e inspirados en la lucha de la liberación nacional que ha de culminar con la conquista de una patria libre y feliz».

Leer esto casi sesenta años después me hace sentir nostalgia. El documento data de 1962, once años después ocurrió la dictadura, el triunfo del capitalismo y se aproximaba la muerte de los grandes discursos del siglo XX. Pero encontrar este pequeño pedazo de cartón es una prueba tanto de la existencia del Teatro del Pueblo, de las personas que lo conformaron y creyeron en este proyecto, como también de un contexto y una realidad en la que aún se pensaba en la construcción de un país distinto. Conocer este grupo teatral fue un hecho azaroso. Por un lado, yo necesitaba escribir mi investigación final de pregrado en letras y lo único que tenía claro era la intención de revisar otros circuitos de producción teatral, aquellos que se alejaran de la historiografía oficial. Por otro lado, Lelia Céspedes llevaba años queriendo contar su historia y la de sus compañeros. Por eso digo que fue azaroso, porque es de esos encuentros que comienzan con «la pareja de una amiga tiene una tía abuela que dice que quiere contar su historia». El encuentro con Lelia, me llevó a conocer a Gloria Canales, Carlos Corvalán y Gabriela Reyes, y Eduardo «Lalo» Pérez. De esta forma, empezó la reconstrucción de una escena e imaginario particular a partir de la memoria.

Poco a poco fui uniendo sus testimonios y comprendiendo la historia. Existen dos periodos del Teatro del Pueblo, de 1958 a 1963 y de 1963 a 1967, aproximadamente. Todos estos testimonios corresponden al primer periodo. Ante la «derrota» de Allende en las elecciones presidenciales de 1958, el Partido Comunista llegó a la conclusión de que tenía que conectarse con el pueblo y que uno de los mejores métodos para hacerlo era el teatro. Fue así como le encargaron esta misión a María Maluenda quien, como profesora del Teatro Experimental de la Universidad de Chile (TEUCH), lideró el grupo compuesto principalmente por militantes de las Juventudes Comunistas y estudiantes de esta misma universidad. Montaron dos obras Chinchilote, escrita por Eduardo «Lalo» Pérez, y Esperando al zurdo, del estadounidense Clifford Odets, con las que se presentaron en incontables sindicatos, poblaciones y contextos agrarios por todo Chile.

A medida que sus protagonistas recuerdan esta historia, voy marcando hitos, encontrando espacios, reconociendo nombres, respondiendo preguntas. Los imagino jóvenes, bailando cueca con los obreros de la salitrera María Elena, actuando Chinchilote en el Caupolicán, ensayando en el subterráneo de la calle Dieciocho. Las entrevistas me abrieron una puerta para encontrar y reconocer ese pasado que ellos recuerdan y reconstruyen entre todos. Sin embargo, los archivos, esos pedazos de cartón y fotos antiguas, son lo que terminan por arrastrar sus recuerdos a la realidad. Los archivos son los que me permiten ver lo que ellos me están contando. A través de las fotos puedo entender que en Chinchilote salía una vaca en escena o qué querían decir los testimonios cuando se referían a la obra como un «juego para campesinos». Entiendo que el vestuario era rudimentario cuando veo a Gloria vestida con una bata gastada en Esperando al zurdo. Entiendo cómo aportaban con sus mensualidades los «Amigos del Teatro del Pueblo».

Gloria Canales y Eduardo «Cacho» Rodríguez en Esperando al zurdo de Clifford Odets.

Es así como a través del testimonio y del documento se le da un espacio en el siglo XXI a este grupo de jóvenes  de 1960 que pensó en un futuro distinto para el pueblo de Chile. Porque a pesar de que el futuro de Lelia, Carlos, Gloria y Eduardo se vio truncado con la dictadura, sí nos sirve a los jóvenes de hoy para pensar en el pasado y futuro que deseamos, ya sea a partir de la academia, el teatro o la vida misma. El rescate del olvido es dar existencia. Y esta existencia se sustenta a partir del registro y del archivo. Por eso la conmoción ante ese pedazo de cartón que era el «Carnet de miembro del Teatro del Pueblo». Puesto que es un objeto que permite acercarme un poquito más a la ilusión de no volver a olvidar.  

Por Javiera Brignardello, Licenciada en Letras UC, Pasante Arde

VER: Colección Teatro del Pueblo