Es un caluroso mediodía de principios de enero en Santiago y me dirijo presuroso por calle Curicó hacia Lira. Para variar, la “micro” que debería llevarme hasta dicha intersección no aparece, por lo que debo acelerar mi paso. Lira 325 es mi dirección de destino y donde me esperan para comenzar mi pasantía de verano en Proyecto Arde. Llego a un edificio antiguo de no más de cuatro pisos. Toco el timbre y Pía sale a recibirme. Subo al tercer piso y entro a un departamento invadido por múltiples objetos. Lámparas, cuadros diversos, espejos, candelabros, adornos, botellas, libros y documentos por doquier revisten el living-comedor del departamento. En este espacio pequeño me saludan Catalina Devia junto con Jenny Araya y Rocío García, respectivas sobrina y sobrina nieta del diseñador teatral Sergio Zapata, ex propietario del inmueble y a quien vinimos a exhumar para acercarnos a su oficio y su obra.
Mi interés principal para aceptar participar de este proyecto fue mi admiración hacia el trabajo de Zapata realizado durante la época de los Teatros Universitarios en Chile (años ’40-’70). Trabajo que he podido apreciar gracias a la divulgación de incontables fotografías de los montajes de ese periodo. Visualizo en mi memoria montajes como María Estuardo, Fulgor y muerte de Joaquín Murieta y La ópera de los tres centavos, entre otras. Vestuarios majestuosos y escenografías monumentales nutrieron por años mi imaginación escénica-teatral y me engolosinaron a acercarme a estudiar esa tan maravillosa etapa del teatro chileno. Sin embargo, el nombre de Sergio Zapata era solo un eco lejano en mi mente. El hecho que me llevó a vincular el nombre del artista con su obra fue su postulación al Premio Nacional de Artes de la Representación el año 2015 y su posterior lamentable derrota frente al afamado actor Héctor Noguera. Sin desmerecer el reconocimiento de Noguera, los medios pusieron sobre el tapete el desaire cometido al diseñador teatral y la poca relevancia que ha tenido tal oficio por la crítica y el público en nuestra historia. La discusión estaba echada, pero antes de que pudiera llegarse un consenso ocurrió lo peor: Zapata falleció la madrugada del 9 de junio del 2016 producto de un cáncer que se lo llevó a los 82 años.
El espacio íntimo
Luego de su muerte, sus herederas Jenny y Rocío, madre e hija, se han encargado de mantener su departamento, custodiar su obra y saldar los gastos de su estadía en el hospital hasta antes de partir. Mientras Pía y Catalina me hacen un recuento de las labores realizadas y lo que queda por hacer, me fijo que gran parte de los objetos cuentan con pequeñas etiquetas blancas con diferentes precios. Pierdo la concentración y Jenny me señala que están en venta muchas de las pertenencias de su tío para solventar los gastos. Entre indicaciones, recuerdos y comentarios, me informan que el departamento también será vendido y habrá que tomar una decisión sobre qué hacer con sus materiales de trabajo. La labor de Pía y Catalina, junto con la ayuda de las herederas, ya ha comenzado con el levantamiento del archivo del diseñador. Me dirijo al escritorio donde Zapata solía llevar a cabo sus creaciones para ver tal avance. Saltan a la vista bolsas con telas, canastos y basureros con rollos de bocetos, maquetas por un lado, lápices por otro, cuadernos, un escritorio lleno de hojas, fotos y libretas por clasificar. Es en dicha habitación donde se guarda parte de su material ya clasificado. Este se encuentra en diversas cajas en un closet, puerta que al cerrarse deja al descubierto la importante y tremenda labor que resta realizar.
Parto con la primera caja al Campus Oriente de la Universidad Católica y recuerdo las palabras de Jenny Araya Zapata indicándome que sea cuidadoso con el material. Al día siguiente, teniendo en cuenta tales consideraciones, y con la consciencia de que me encuentro en mis manos con material invaluable del patrimonio del teatro chileno, comienzo con el primer proceso de digitalización. El hecho de que este material ya esté inventariado y clasificado facilita bastante mi labor, sin embargo, al abrir la primera caja me encuentro con un desafío para la labor archivística. La caja contiene una treintena de carpetas, todas debidamente clasificadas y enumeradas con un código, el desafío está en que cada carpeta contiene adentro sobres, documentos, fotos, recortes y muchos otros que son cada uno nuevas unidades documentales. Muchas de las carpetas agrupan el material de acuerdo a montajes y proyectos en específico, pero hay otras en que los objetos son tan diversos que surge la tentación de reagrupar y reclasificar. Después de todo me decido por conservar el principio de procedencia del material, respetando la decisión de la persona que ordenó el material de ese modo.
Procedimientos de archivo
Las semanas avanzan y en esta primera caja comienzo a descubrir un diseñador que en realidad no conocía, un Zapata mucho más íntimo, metódico y versátil. Una de las primeras unidades documentales en ser digitalizadas es un antigua cédula de identidad universitaria. Una pequeña libreta parecida a un pasaporte actual con una foto corcheteada tamaño carné, en donde aparece un joven Zapata irreconocible. En tal documento se escribe a mano su nombre, dirección y la numeración de cada año que cursó en su formación universitaria. La primera numeración indica el año 1955, año en que Zapata entró a la carrera de diseño teatral en la Universidad de Chile. Indagando más sobre este objeto, me entero que la personalidad que me concierne en este caso fue el primer diseñador teatral profesional egresado en Chile. Tal distinción se debió a que el resto de sus compañeros de generación desertaron o demoraron más de los cuatro años de carrera.
Me sigo adentrando en esta primera caja y voy descubriendo cosas nuevas que me permiten comprender en profundidad los procesos creativos del diseño teatral. Dentro de sobres albergados por más de una carpeta, me encuentro con elaborados bocetos de vestuario. Muchos de ellos conservan hasta el día de hoy pedazos de muestras de tela corcheteados en uno de los extremos del papel, lo que habla de la materialidad de esos vestuarios, su textura y su proceso final de manufactura. Otros bocetos son estudios y muestras de escenografía. Los hay coloreados, acabados, impresos, fotocopiados y otros como simples bosquejos a medio terminar. Me impresiona identificar en tales bocetos los montajes teatrales que alimentaron mi imaginario del teatro chileno gracias a la fotografía. Podía ver ahora el detallado proceso de construcción de tales imágenes. Desde el vestuario de María Estuardo interpretada por Ana González hasta la escenografía del primer montaje de La ópera de los tres centavos representado en el Antonio Varas. Todo estaba ahí, y al adentrarme en esta primera caja de materiales podía ser testigo de tal proceso.
En otras carpetas me encuentro con otras facetas de Zapata que yo desconocía por completo. Junto con bocetos de montajes de los teatros universitarios van apareciendo otros bocetos de creaciones igualmente admirables, como los que develan su trabajo como diseñador tanto en ballet como en ópera. Junto con tales registros, doy con fotografías, libretos y diseños de su trabajo en cine y televisión, como cuando realizó la ambientación de la icónica teleserie de TVN Pampa Ilusión. Otros bocetos son de obras que Zapata dirigió en sus temporadas como profesor invitado en Europa y Estados Unidos, entre las que destaca The birthday Party de Harold Pinter montada en la Universidad de California. Es ahí cuando comienzo a darme cuenta de su gran labor como docente y formador de nuevas generaciones. Así es como en esta primera caja, y en otras visitas a su departamento, empiezan a aparecer trabajos de alumnos, programas de preparación de clases, mallas curriculares, fotografías y recuerdos junto a cariñosos estudiantes que pudieron contar con su formación e incluso trabajar con él en más de una oportunidad. Fueron varias las instituciones en donde Sergio Zapata impartió sus enseñanzas y compartió sus saberes, como la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universiad UNIACC y hasta la misma Universidad de California.
El último encuentro
Son ya los últimos días de enero y acudo nuevamente al departamento de Sergio Zapata para ayudar a Catalina Devia, que ahora sé que fue fiel aprendiz del diseñador, para ayudarla con el material que aún resta por inventariar y clasificar. Como un baúl de recuerdos, abrimos uno de los asientos de su living-comedor y me encuentro nuevamente con el tipo de material que hallé en la primera caja. Mis experiencias de entrar y hurgar en la vida de este otro, se completa con historias y anécdotas que nos cuenta su sobrina Jenny en conjunto con una antigua amiga de Sergio, como ella lo recuerda, llamada Luz María Edwards. Realizando esta mecánica labor y frente al material que Zapata guardó con ahínco por tantos años, no dejo de sentirme un intruso. Sin embargo, más allá de la decisión del propio creador, esta se trata de una labor de rescate, de traer del olvido y constituir una memoria en torno al legado de uno de los maestros del artificio escénico en nuestro país. El patrimonio se crea y se construye gracias a labores como estas que disponen el material para el conocimiento de futuras generaciones. Por mi parte, desde mi propio proceso de aprendizaje, termino con la idea de que Sergio Zapata es aún más importante y relevante para el mundo del teatro de lo que yo pensaba. Luego de esta experiencia, cierro esta primera caja no solo con la imagen del artífice de la monumentalidad de muchos de los montajes de los teatros universitarios; sino la imagen de un creador transversal de muchas facetas, incansable, sensible, metódico y sumamente consciente de que su trabajo y su figura merecerían ser rescatados después de su muerte.
Por Mauricio Valdés, Licenciado en Letras UC, Pasante Arde