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De sandías

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Conversamos con dos mujeres que, desde diferentes geografías y luchas políticas, nos ofrecen perspectivas sobre el anticolonialismo, la resistencia, la identidad y la memoria, simbolizados en elementos de la tierra como la papa y la sandía. La artista peruana Daniela Zambrano nos habla sobre sus investigaciones en torno a la historia colonial de la papa. Por otro lado, la escritora y librera palestina Fida Ghnaim nos comparte la poderosa narrativa de la sandía, un fruto que, en el contexto palestino, ha evolucionado hasta convertirse en un emblema de lucha y memoria.

Por Katha Eitner

Daniela Zambrano Almidón, es artista e investigadora nacida en Perú, y actualmente reside en Berlín. Nos encontramos por primera vez cursando el Máster Arte en Contexto en la Universidad de las Artes en Berlín (UdK). Fue allí donde pude conocer su trabajo en torno a la papa y su historia colonial. Para esta entrevista, me encontré con Daniela en la exposición Municipal Kitchens, donde estuvo exhibiendo su obra durante julio y agosto en el NGBK de Berlín. Tuve la suerte de recorrer la muestra con ella y cerrar esta conversación con un almuerzo comunitario.

Por otro lado, a Fida Ghnaim –escritora y librera palestina que vive en Estados Unidos– la conocí por distintas personas que fueron formando una red de conexiones. La primera de ellas fue la artista portuguesa Marta Leite, quien me contactó con la editora libanesa Leila Boukarim, que a su vez me dijo: “tienes que conocer la visión de una palestina, así que habla con Fida, con quién estamos creando un libro actualmente”. Eso hice. La contacté por Zoom y tuvimos la oportunidad de conversar a más de 7.000 km de distancia.

Con ambas, Daniela y Fida, buscamos reflexionar sobre las papas y las sandías como portadoras de memorias. En esta entrada puedes encontrar la conversación con Daniela, mientras que acá puedes leer la entrevista a Fida. De papas y sandías.

La lucha palestina y la sandía, entrevista a Fida Ghnaim

K: ¿Me puedes contar sobre ti?

Fida (F): Soy palestina y la primera generación de mi familia nacida en Estados Unidos. Soy escritora infantil, trabajo con libros, soy madre; soy muchas cosas en una, como todos. Pero, sobre todo, soy una defensora de los derechos humanos, y lucho para que mi comunidad, mi pueblo, pueda contar su historia.

Mi madre nació en Safad, Palestina, en 1945. La familia de mi padre también es de Palestina, pero tuvieron que irse antes de que él naciera, así que él no nació en Palestina. Mi mamá tenía dos años y medio cuando comenzó la primera Nakba1 en 1948. Un evento así te cambia profundamente, incluso siendo un niño pequeño; determina la vida de tu familia para siempre. Muchos de mis familiares murieron ahí. Mis abuelos escaparon con sus hijos pequeños. Esa decisión de huir les permitió sobrevivir, de lo contrario, hoy no estaría aquí hablando contigo. Ahí empezó el exilio de mi familia, ahí comenzó nuestra historia, la de nosotros buscando un hogar.

Mi mamá, Feryal Abbasi Ghnaim, ha dedicado toda su vida a preservar las tradiciones palestinas. Ha ganado varios premios por esto en Estados Unidos. En 2018, recibió el prestigioso NEA Award (National Endowment Award) en Washington, un reconocimiento que se otorga por una trayectoria de vida. Ese año, el premio se le dio a ocho personas, entre ellas a la diseñadora de vestuario de Elvis Presley. 

Mi mamá es genial, y me llena de orgullo pensar en su influencia y en cómo fue reconocida con este premio. Es la primera palestina en ganarlo, lo cual fue algo increíble para mi familia. Crecí a su lado, y junto a una organización llamada The Oral History Society en Boston. Ellos reunieron a mujeres de diversas culturas para que contaran sus historias, incluidas mujeres palestinas. Fue difícil hacer esto, porque en los 80, Boston era una ciudad muy sionista. No sé cómo es ahora, pero en ese entonces intentaron oprimir el trabajo de mi mamá, y vivimos mucho racismo. Eso nos obligó a mudarnos por varias partes de Estados Unidos, ya que era muy peligroso para nosotros. Crecí viendo a mi mamá enfrentar todas estas situaciones difíciles, persistiendo siempre en contar nuestra historia de una manera pacífica.

K: ¿Me cuentas sobre tu trabajo como escritora de libros infantiles? Leila Boukarim me habló de uno que están haciendo sobre la sandía como símbolo de liberación palestina.

F: Soy creadora de libros infantiles y hasta ahora he trabajado diversos temas, no solo la lucha palestina. En específico, este proyecto sobre la sandía lo he estado imaginando y pensando desde antes de que sucediera lo del 7 de octubre, pero no sabía cómo concretarlo. Nuestras historias no se nos permite contarlas; son oprimidas y silenciadas constantemente. Por eso no creía que en 2024 una editorial estuviera interesada en trabajar conmigo sobre este tema. Tenía el proyecto en pausa. Es un tema difícil, porque si no soy cuidadosa, cualquier cosa que diga y que la opinión pública perciba como negativa, podría hacer que mi libro no sea viable.

Hace tiempo leí un libro de Hannah Moushabeck titulado Homeland, que cuenta la historia de un padre palestino que le explica a su hija de dónde viene su familia. Es una historia tan hermosa que decidí contactar a Hannah, sin conocerla, solo para decirle cuánto me había impactado y conmovido su libro. Así comenzó nuestra amistad. Con su ayuda, encontré una comunidad de escritores palestinos, y tras el 7 de octubre, empezamos a apoyarnos mutuamente más que nunca. A través de ella, también conocí a Leila Boukarim, quien publicó un llamado abierto ofreciendo su ayuda como editora a cualquier escritor o escritora palestina de libros infantiles que necesitara apoyo en esta industria para sacar adelante sus proyectos. La contacté, y también nos hicimos amigas. Ahora, juntas estamos trabajando en este proyecto sobre la sandía, una historia que permitirá a cualquiera, ya sean niños o adultos que no conocen la historia palestina o que están confundidos, entender lo que la sandía significa para nosotros.

Portada del libro Homeland de Hannah Moushabeck

K: ¿Me podrías hablar de la sandía desde el punto de vista palestino? ¿Y cómo se convirtió en un símbolo de resistencia?

F: La historia de la sandía es la siguiente: en 1967, Israel prohibió la bandera palestina, y esta prohibición duró 30 años. Los palestinos no tenían derecho a mostrar su bandera; era ilegal, y te podían encarcelar por hacerlo. Entonces, los palestinos se dieron cuenta de que la sandía tenía los mismos colores que la bandera. Así que empezaron a usarla como símbolo de liberación. Los seres humanos siempre encontramos la manera de ser libres, es una necesidad inherente a nosotros, la de buscar libertad. Cuando te suprimen, encuentras la forma. Y esto ocurre en todos lados. Cuando Israel se dio cuenta de lo que hacíamos con la sandía, la gente empezó a ser encarcelada incluso por pintar una sandía, porque sabían lo que estábamos haciendo e intentaron detenernos.

Después del 7 de octubre, Francia y Alemania también empezaron a prohibir estos símbolos. Aún veo la violencia que está ocurriendo contra nuestra gente en estos países, simplemente por mostrar nuestra bandera, una sandía o cualquier otro símbolo palestino. Es tan chocante para mí que haya personas que no reconozcan esta violencia colonial. Si miras los hechos, hay un lado que busca la libertad, Free Palestine, y otro que intenta silenciar esa voz. ¿Cómo es posible que no se vea esto? Es más simple de lo que parece, pero hay muchas personas que no lo comprenden. Creo que es importante comenzar desde ahí, con acciones pequeñas como un libro infantil. Quizás muchas acciones pequeñas puedan llevarnos a dar pasos más grandes.

La sandía, aunque solo es una fruta, nos ayudó a expresar y encontrar liberación de una manera segura. La sandía simboliza nuestra fortaleza, nuestra resistencia. Simboliza la idea de que nunca habrá paz sin liberación, no nos iremos, no pueden borrarnos de un territorio.

Imagen cortesía de Fida Ghnaim

K: También hay otros elementos que se convierten en símbolos como las llaves, los volantines, el Tatreez. ¿Me podrías hablar de estos elementos?

F: La historia de las llaves es la siguiente: 20 años antes de la primera Nakba de 1948, los británicos ya habían llegado con la intención de colonizar Palestina. Durante esos 20 años, desarmaron al país y a los árabes, porque su plan era colonizar. Entonces, en 1948, los palestinos no tenían cómo defenderse. La alerta de que todos los palestinos debían abandonar sus hogares se transmitió por radio. Mi mamá me contó que ese mensaje llegó tarde en la noche, causando un pánico total. Decían que tenías que irte de inmediato, con lo puesto, y que podías regresar en unas semanas. Pero en ese momento, debías irte ya. Los soldados estaban ahí, y todos se marcharon pensando que en dos semanas volverían. Se llevaron las llaves de sus casas, y esas llaves las conservamos hasta hoy. Yo aún tengo la llave de la casa de mi familia. La casa quedó amueblada, con todas nuestras pertenencias. Luego vino la ocupación, y nuestras casas fueron tomadas. La casa de mi familia todavía existe, pero está ocupada por otras personas. Por eso la llave simboliza nuestro derecho a retornar.

Sobre los volantines, mi interpretación es que representan la única forma en que podemos ser libres, dejar que nuestras historias vuelen con el viento. En Gaza las personas están encerradas, es como un campo de concentración a cielo abierto; no podían salir incluso antes del 7 de octubre. En ese contexto, los volantines aparecen en el cielo.

Portada del libro «A million kites» que contiene textos de niños de Gaza, editado por Leila Boukarim

El tatreez significa bordar. Desde siempre, las mujeres palestinas han bordado sus historias; es una práctica muy antigua. A través de símbolos en sus ropas, cuentan sus relatos, lo cual es una tradición en los países árabes. Con el bordado, puedes representar cualquier cosa: cómo va tu cosecha, la belleza de las flores o cualquier historia. Son imágenes que transmiten significados; es un lenguaje en sí mismo.

Fotos de Fida con su madre y hermanas en torno al tatreez

Creo que hay algo que une todos estos elementos. Siempre que hay opresión, las personas y las comunidades encuentran una forma de liberación, aunque sea pequeña. Siempre emergen símbolos que usamos para resistir y liberarnos. Esto se puede rastrear en todo el mundo. No puedes esperar que alguien se quede sin poner resistencia; nuestra alma y corazón demandan libertad. La opresión puede silenciar por un tiempo, pero como humanos, necesitamos escapar. Como palestinos, encontramos formas de resistencia a través del arte y de la belleza. Creo que eso proviene del árabe, nuestra lengua. Yo hablo inglés y árabe, y siempre he pensado que el árabe es una lengua más poética; sus palabras son más coloridas. En inglés necesito usar muchas palabras para expresar lo que se puede decir en una sola en árabe. Por eso siento que tendemos a resistir a través de la poesía y el arte, porque nuestra lengua está llena de matices, vida y descripciones. Nuestra cultura es hermosa. Antes de que Palestina estuviera marcada por el conflicto, éramos un pueblo pacífico. Lo que queremos ahora es liberación.

K: ¿Qué mensaje o historia nos permite narrar la sandía? ¿con qué memorias nos puede conectar? Pensando en el caso palestino, como se pierden los rastros de documentos, objetos y memoria constantemente por el genocidio, es necesario recurrir a elementos como una sandía por ejemplo, para transmitir memoria….la sandía como un archivo. ¿Qué piensas sobre esto?

F: Es interesante cómo elementos tan simples, como una sandía o una papa –pensando en lo que me contaste sobre el trabajo de Daniela Zambrano de Perú–, que son alimentos cotidianos, pueden contarnos historias muy complejas. Cuando veo sandías, me transmiten un sentido de apoyo; me recuerdan que hay personas que no son palestinas que nos respaldan. Nunca pensé que tendríamos este apoyo en el mundo, personas que se arriesgan para apoyarnos y alzan sus voces porque nosotros no podemos. La sandía me hace sentir apoyada, visible, y espero que la gente continúe conociendo nuestra historia a través de este símbolo.

Soy consciente de que existen tantas historias individuales que emergen de este tiempo. Son relatos que buscan contarse, ser escuchados y circular. Me pregunto cómo recolectar todas esas historias de opresión, resistencia y liberación. Solo a través de espacios seguros como este, en conversaciones como la nuestra, es que podemos contar nuestra historia sintiéndonos a salvo. Así es como podemos crear nuestro archivo, con el apoyo de otros. 

Cuando lo has perdido todo, ¿cómo puedes hallar algo que te permita narrar tu historia, que te represente y te ofrezca significado? Es un reto encontrar formas de archivo y de afirmarnos como individuos en escenarios tan horribles de la historia.

K: ¿Tu familia pudo volver a Palestina?

F: No, los palestinos no pueden regresar. Los lugares en los que se nos permite entrar son muy peligrosos. Pasar por todos los checkpoints y las revisiones es un desafío; debes tener cuidado de no pronunciar ninguna palabra en árabe ni llevar nada que sea musulmán o árabe, como si tuvieras que pretender ser otra persona. Mi mamá nunca pudo regresar. Tengo un tío y una tía que, encubiertos, lograron ir y tomaron una foto de nuestra casa. Así pudimos comprobar que la casa aún existe, pero está habitada por otras personas. Ellos se apropiaron de nuestros tatreez, de nuestros muebles, y dijeron que eran de ellos. Espero poder ir algún día.

Mi hermana, Wafa Ghnaim, quien también se dedica a difundir el tatreez, tuvo un estudiante que pudo visitar la ciudad de nuestra familia en Palestina, que actualmente no sé qué nombre le han dado a esa zona. Él nos trajo una piedra de allí, y eso es lo único que tengo: esa roca. Espero poder ir algún día, llevar a mis hijos y ver esa casa. Cruzo los dedos.

Foto de Wafa Ghnaim, hermana de Fida. Ambas se dedican a divulgar la cultura palestina

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1 Nakba es un término árabe que significa «catástrofe» y que se utiliza para designar al exilio y éxodo Palestino. La primera nakba ocurrió en 1948.