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«Los chilenos no sabemos, tenemos mucha ignorancia sobre lo que significa tener una cultura milenaria viviendo en el mismo lugar»

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Entrevista al equipo creativo de la película Folil

Este año en Arde comenzamos a trabajar junto al equipo de la película Folil, quienes específicamente nos pidieron crear un cuadernillo de mediación sobre la película, así como una colección dedicada a su proceso creativo (ver sinopsis).

Para conocer más sobre Folil y los aprendizajes que surgieron en el rodaje, realizamos una entrevista a cuatro integrantes del equipo: Ignacio Montenegro, Hugo Farías, Rolando Carileo y Berta Leyva.

«Para los mapuche los bosques son una escuela, el conocimiento no se da solo en un aula.»

Arde (A): ¿Cómo se inicia el proceso para crear Folil y cómo arman este equipo?

Ignacio: Es un camino largo para llegar a la película. Yo soy de Santiago y estudié ingeniería en recursos naturales, vengo de las ciencias. Hice mi tesis (2015-2017) en Los Ulmos con las recolectoras de Domo Peuma, que son campesinas de las comunas de Paillaco y La Unión, en la región de Los Ríos. Ahí me relacioné con la temática de la recolección de hongos por primera vez. Luego a fines del 2017 nos vinculamos con el Instituto Forestal sede Los Ríos para realizar una investigación colaborativa con recolectoras y recolectores de diversas localidades de la comuna de Panguipulli, con quienes seguimos trabajando en iniciativas de investigación, de conservación, y emprendimientos. Por esa época tomé un taller audiovisual para personas que no venían del cine pero que estaban interesadas en el formato audiovisual como una herramienta para contar historias y transmitir conocimientos. En realidad fueron dos talleres, uno que se llama «Taller de Producción Audiovisual para la divulgación científica» y que dura un mes, y otro taller intensivo de seis meses que se llama «Taller práctico de guion audiovisual narrativo para obras divulgativas culturales y educativas». Ambos talleres son de la Escuela Audiovisual Trasfoco. De esas instancias surge una primera versión del guion de Folil. Acá conocí también a Rolando que es el productor de la película, y fue quién me motivó a poder concretar este proyecto. Ahí armamos un equipo y postulamos a un Fondart de Patrimonio. En ese momento no sabíamos cuál iba a ser el resultado final de todo esto, pero nos adjudicamos el fondo. Teníamos un guion, pero no sabíamos la forma final que iba a tener.

Rolando: La Escuela Trasfoco trabaja desde Chiloé y su taller de guion es muy interesante porque es una metodología para trabajar proyectos audiovisuales de manera participativa con una comunidad.

Berta: Yo fui jurado del taller de la Escuela Trasfoco. Leí muchos guiones, entre esos el de Folil. En ese momento se planteaba como un documental, pero después cambio a ficción. Y ahí me integré después a la preproducción del proyecto.

Hugo: Yo soy sociólogo de formación y me invitaron a participar del proyecto cuando estaban postulando al Fondart de Patrimonio. La primera idea del Fondart era nada que ver con lo que resultó. Yo tampoco tenía vinculación con el cine en ese momento. Lo que queríamos era darle una bajada audiovisual a las investigaciones en las que estaba participando Ignacio y un equipo en la zona, queríamos transformar esos documentos científicos y etnográficos en otra cosa.

Afiche de la película Folil

A: ¿Por qué quisieron trabajar este formato de cine de ficción y de cine colaborativo?

Ignacio: Para mí el cine es más una herramienta, algo más práctico. Tiene que ver con querer difundir y contar algo. Me atrae la idea de poder compartir en un formato audiovisual ciertos conocimientos de la naturaleza, saberes ancestrales sobre el bosque y la recolección de hongos, así como también los conflictos sociales que atraviesan este territorio. Creo que puede tener más potencia y llegada que los medios de divulgación que usan las ciencias normalmente, como los papers o los libros. Es buscar otras salidas a las formas de hacer investigación.

Hugo: También nos preguntamos hasta qué punto las investigaciones integran la mirada local. Nos preguntamos por el extractivismo intelectual o epistémico. A esta zona han venido por años y décadas personas a realizar investigaciones, a documentar procesos, y a robarse información en el fondo. Y la comunidad que accede a compartir sus conocimientos e invierte su tiempo en eso, no ve resultados ni gana nada. De hecho, acá en Panguipulli se han levantado instancias de discusión sobre protocolos de coinvestigación, justamente con el fin de afrontar el modo en que se produce conocimiento académico. Siempre es un desafío trabajar con la comunidad. En la película hay solo cuatro actores profesionales y los demás son personas de la localidad.

Foto del rodaje de Folil. Fotografías de Rodrigo Celedón

A: ¿Cómo lograron motivar a la comunidad para que se uniera al equipo de Folil? ¿cómo hicieron ese vínculo?

Ignacio: Teníamos cuatro investigaciones en esta localidad antes de la película. El 2017 fue la primera investigación que nos permitió llegar a la comunidad. Entonces fue harto tiempo antes donde conocimos a la gente, conversamos, hicimos vínculos y tomamos mate. Al principio las investigaciones tenían un interés ecológico y de conservación, de conocer los hongos y las especies en extinción. Quisimos explorar las prácticas culturales de recolección de hongos. Luego hicimos investigaciones más técnicas/científicas que eran experimentos para reproducir los hongos, para cuantificarlos en el bosque y otras mediciones. Eso permitió que el 2018 le pudiéramos plantear a la comunidad el proyecto audiovisual para divulgar todos los contenidos que levantamos juntos. Además, no era cualquier película, sino que era un guion basado en puras cosas que ellos conversaban, en puras notas de campo. A todos les llamó mucho la atención poder participar porque son sus historias, sus saberes. No era algo externo, ya nos conocían.

A: Sabemos que antes del rodaje hicieron un trabajo con las escuelas de la zona ¿nos podrían contar más de ese proceso?

Hugo: Trabajamos tres meses con dos escuelas. Primero tuvimos aproximaciones a lo audiovisual que estuvo a cargo de Rolando y Berta, quienes tienen una trayectoria trabajando el cine con niños, de hecho, tienen el Festival de Cine Pichikeche. Los talleres estaban enfocados en que los niños se transformaran en investigadores de los hongos. Era una invitación a investigar en conjunto este tema que es parte de sus familias. Ellos diseñaron entrevistas a sus familiares, aprendieron a manipular cámara, audio y luz para hacer esas entrevistas. Y hubo otra línea que era sobre experimentar con los sentidos y cómo los sentidos te conectan con el bosque. Ahí pintamos, creamos historias, grabamos sonidos e interpretamos los sonidos del bosque con instrumentos.

Foto del rodaje de Folil. Fotografía de Rodrigo Celedón

A: ¿Y todo eso fue parte de la película?

Hugo: Con las escuelas seleccionamos escenas y las íbamos comentando, discutiendo, reflexionando. Ahí aparecían hartas correcciones, la gente contaba historias a partir de una escena, entonces esa escena se iba complejizando. También tuvimos talleres de teatro donde se trabajaron hartas historias. Tuvimos reuniones con los recolectores de hongos donde les contamos el guion, leímos en conjunto varias escenas y conversamos. También hicimos prácticas frente a la cámara para que la gente improvisara y empezara a actuar de sí mismos, y ahí salieron varias cosas que quedaron en el guion final. Las recolectoras en esas sesiones nos sugerían cosas que faltaban. Por ejemplo, nos decían que faltaban escenas del agua, que el agua es un elemento central porque sin ella no hay hongos ni bosque. Entonces integramos eso en la película.

Berta: Para mí no fue nada convencional el proceso. Desde siempre Folil se pensó como algo abierto, que buscaba involucrar a las personas. No coincide con los proyectos de cine convencionales. Para mí fue un desafío, yo nunca había participado en un proyecto así. Era como un experimento. Incluso fue un experimento en los roles que asumimos como equipo. La comunidad nunca había participado en una película, Ignacio y Hugo tampoco venían del cine. Y nosotros con Rolando venimos del mundo del cine, pero asumimos roles que nunca habíamos desarrollado, por ejemplo, yo hice asistencia de dirección y montaje, mientras que Rolo además de la producción, hizo la dirección de fotografía. No había expertos y no expertos, estábamos todos experimentando y aprendiendo a hacer en esta película.

A: ¿Cuáles fueron las principales problemáticas que buscaron abordar en la película junto a las comunidades?

Hugo: Yo creo que el tema de la defensa territorial es clave. En esta zona se defiende un volcán, la gente está súper aguja con el tema turístico y las intervenciones al volcán. Las personas vieron esta película como una forma de visibilizar la importancia que tiene el volcán para la comunidad. Hace poco se iban a hacer unas canchas de sky pero los vecinos se organizaron y ganaron el juicio, evitando la intervención del Parque Villarrica que es donde está el volcán. Dentro de esa atmósfera, justo estaba este proyecto que permitía difundir la relevancia de preservar el volcán y los bosques.

Ignacio: Otro tema es la ecología, la importancia de los hongos y cómo recolectarlos. El rol de las mujeres y de las ñañas en la recolección de los hongos, en el cuidado del bosque, que son prácticas ancestrales.

Hugo: Es importante relevar la importancia que tiene la transmisión de conocimientos desde la memoria oral en la cultura mapuche. Los chilenos no mapuche no sabemos, tenemos mucha ignorancia sobre lo que significa tener una cultura milenaria viviendo en el mismo lugar. La recolección de hongos es una práctica cultural, una manera de aprender y educarse en el mundo mapuche. En la película vemos a dos jóvenes mapuche que se enfrentan a diferentes miradas sobre la preservación de su cultura. ¿Nos metemos al sistema? ¿si nos vamos a la universidad quién va a trabajar en la recolección? Intentamos exponer ese conflicto y situamos el camino de la recolección y el cuidado del bosque como una forma de saber igual de valiosa que ir a la universidad. Nosotros con los niños de las escuelas quedamos sorprendidos, porque sabían una cantidad de cosas sobre su bosque. Es impresionante el conocimiento que tienen sobre los hongos, cómo se comen, qué animales comen esos hongos, etc. Para los mapuche los bosques son una escuela, el conocimiento no se da solo en un aula. Hay aprendizajes que surgen en la naturaleza, a través de la imitación, el cuerpo y la memoria oral. Ellos tienen un conocimiento único y profundo que no está en las ciudades. Es una alternativa que puede permitirnos imaginar y construir modos distintos de habitar y convivir.

A: ¿Por qué se llama Folil la película?

Ignacio: Folil significa raíz en mapuzungun. Las razones, al menos para nosotros, de llamarla de esa manera es, por un lado, la biología, ya que algunos hongos como el loyo (que es el que buscan los protagonistas) es una micorriza. Esto significa que son hongos que forman asociaciones con las raíces de los árboles. En el caso del loyo con Nothofagus, como el roble o el coigüe. Y por otro lado, por el sentido de pertenencia (tuwun, kupalme), por la búsqueda de la identidad o de la raíz cultural de estos jóvenes protagonistas de la película.

A: ¿Qué viene para Folil?

Rolando: Folil tiene un gran potencial educativo, y no solo en colegios, sino que también en universidades o instituciones de educación superior. Es interesante para las ciencias sociales porque transforma una investigación etnográfica en un lenguaje diferente como el cine. Por su parte, para las escuelas de cine también puede ser un ejemplo de cómo trabajar con una comunidad y un elenco no profesional. Creo que todas esas discusiones son interesantes para Folil. Lo que nos importa ahora es poder hacer circular la película.