Eduardo Moya (Snoopy) es un integrante histórico, presente desde los más remotos inicios, del Colectivo Artístico La Patogallina. Artista visual de formación, se desempeña como actor a la vez que realiza tareas de diversa índole, necesarias para la ejecución de cada espectáculo y acción plumífera. Es, además, quien ha velado por la conservación de parte importante del material de archivo del colectivo.
Snoopy me recibió durante los meses finales de 2017 en las antiguas caballerizas del Cementerio General, en la comuna de Recoleta. En este lugar se encuentra el centro de operaciones de La Patogallina y es Eduardo quien está a cargo del espacio. Fue ahí donde comencé a procesar el material de archivo del colectivo, escaneando y catalogando entre los juegos del Kamión Gallina, partes de escenografía, algunos vestuarios y uno que otro elemento de montajes pasados. Realicé, así, mi trabajo entre las altas paredes de este espacio centenario, adornadas con cientos de afiches que Snoopy atesora. Cada uno de los rincones ocupados por La Patogallina allí está impregnado de su espíritu y de su historia.
Trabajar en este lugar fue sumamente enriquecedor. Pasamos ahí los días con Snoopy, acompañados de Perrín –un hermoso perro de tres patas que Snoopy recogió- y saludando a miembros y amigos del colectivo que iban y venían del lugar. Escaneaba y procesaba el material reviviendo, en base a mis preguntas, la historia de La Patogallina en la voz de Eduardo, mientras él realizaba tareas de diverso tipo. En su relato notaba que esa historia era también la suya y la de sus compañeras y compañeros: los límites entre la vida y obra de quienes conforman el colectivo parecían difusos en las fotografías que revisaba. Resultó muy significativo para mi ir comprendiendo el modo en que este proyecto colectivo, autogestivo y combativo, ha llevado adelante 23 años de historia en un Chile hostil para proyectos de esta naturaleza. El aprendizaje se volvió claro: con tesón, creatividad y trabajo colectivo se puede.
Tiempo después, durante el mes de enero de 2018, junto al equipo de pasantes de Arde, nos trasladamos a trabajar al Campus Oriente de la Universidad Católica. Allí comencé a procesar nuevo material que retiramos de las caballerizas. Fue en ese momento que aparecieron los dibujos de Snoopy. Entre hojas sueltas y un par de croqueras me fui encontrando con estudios y bocetos que anticipaban el imaginario gráfico de La Patogallina. El germen de todas aquellas imágenes que se reiteran en afiches, logos y diversos elementos gráficos estaba allí y Eduardo era el responsable.
Los dibujos fueron emergiendo entre anotaciones de diverso tipo, listas de lugares en los que se presenta La Patogallina y números telefónicos, todos los elementos que configurarán el ideario visual del colectivo: la calavera que ilustra cada afiche y volante de El Húsar de la muerte aparece como un pequeño dibujo a lápiz grafito en una página, la cabeza doble de pato y gallina que se utiliza, entre otros fines, como logo de La Patogallina Saunmachin, la veo en diversas hojas y la garra icónica que marca casi cada paso que da el colectivo también se diseña en reiteradas ocasiones en sus cuadernos.
Se pueden observar también estudios y pruebas de afiches que no se materializaron. Tal es el caso de distintos ejercicios que aparecen en estos cuadernos en torno a El Húsar de la muerte. En ellos se expresa de modos alternativos el ícono central de la obra: la calavera, como también la presencia permanente del pato y la gallina.
Otro aspecto importante que iluminan los cuadernos de Eduardo Moya dice relación con la dinámica de trabajo del colectivo. En los bocetos se sintetiza un aspecto fundamental del modo en que La Patogallina opera: si bien hay roles definidos, la creación se da de manera colectiva y la ejecución de tareas se diversifica en el aporte que cada miembro pueda realizar. Así, si bien no es Snoopy el encargado de vestuario, es posible observar en sus cuadernos cómo se desarrollan algunas ideas al respecto. Lo mismo ocurre con la utilería y la escenografía. Esto se aprecia con claridad en el Cuaderno de trabajo Nº2, correspondiente al periodo de El Húsar de la Muerte. Se puede advertir, entonces, cómo la mirada de Eduardo y su rol como artista visual va influyendo la estética del colectivo más allá del diseño de afiches y otros materiales gráficos realizados por él.
Pienso en la potencia de los documentos como estas croqueras y bocetos. Por un lado, nos revelan las dinámicas de trabajo y el desarrollo creativo de un colectivo. Y por otro, nos permiten rastrear la evolución de las ideas, el origen de elementos gráficos que comenzaron como pequeños esbozos para luego ser parte permanente y constitutiva de la identidad de una de las compañías claves de la historia reciente del teatro y el arte popular en Chile.
Por Silvio Valderrama, Licenciado en Letras UC, Pasante Arde
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